La invasión
El otro día dando una vuelta por Cádiz (ciudad de los estudiantes), pasé por uno de esos parques y ví a niños pequeños jugando en los columpios, a la comba, al pillar, a la pelota, al escondite... Al ver esa imagen, me entró una tremenda nostalgia al recordar esos tiempos en los que yo jugaba en el parque Infantil o en el parque del Ayuntamiento. Allí correteábamos adentrándonos por sus jardines.... Sí ese parque, el del Ayuntamiento, donde años atrás celebrábamos la llegada del año nuevo con todos nuestros vecinos o visitábamos al niño Jesús el día después de haber nacido.
Aquellos parques, que se llenaban de niños de todos los rincones del pueblo, con sus madres cambiando el pañal al hermanito pequeño mientras el hermano mayor correteaba detrás de las palomas, entablaban amistades con niños de otros colegios, compartían chuchearías, jugaban hasta que el lorenzo dejaba de emitir sus fuerzas un día más y se iban a sus casas con la ilusión de volver para ver a esa niña de la pirueta o a ese nuevo amigo de otra barriada. Pero ahora, esos parques han sido invadidos por niños de otra “galaxia” que traen sus propios juguetes. Esos niños se van posicionando en lugares estratégicos y con sus juguetes, se inmersa en una felicidad que para sobrevivir, ofrecen al resto de los niños para que su especie no se extinga y a la vez ofrecer el camino de esa felicidad que no es otra que un placer envenenado.
Ahora el juego que se practica en esos parques es al pillar con unas reglas muy diferentes....Y el único parque que sobrevive a duras penas a la invasión, sus columpios hablan de la soledad en la que se encuentran, el tobogán llora por no tener a nadie en su cima y todos cantan el sonido del silencio.
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